Hemos esperado con mucha ilusión la Cruz de las JMJ en nuestro Hogar y ya la hemos disfrutado.
El día 11 por la noche, -estaba anunciada la llegada a las 21:45-, hermanas de esta comunidad de la Casa Madre nos hemos sumado a los numerosos jóvenes y fieles que esperaban la llegada de la Cruz y el Icono de María procedente de la localidad de Onda (Castellón) y participar en la Vigilia de bienvenida presidida por el obispo auxiliar, monseñor Enrique Benavent; hacia las 23:30 horas, la Cruz y el Icono de María, salieron en procesión camino de nuestra casa, transportadas por las hermanas, en donde permanecieron hasta las 16:30 horas del día 12. Consideramos una gracia el que hayamos podido tener con nosotros esta Cruz que entregó Juan Pablo II en 1984 a los jóvenes con el encargo de: “Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención” que ha recorrido el mundo y ha sido testigo de tantas opciones radicales de entrega a Cristo.
Hemos aprovechado al máximo su estancia en medio de nosotros incluso robando al descanso nocturno algunas horas; horas en su presencia para agradecer a Cristo el don de la Redención, para demostrarle nuestro amor y sobre todo para dejarnos amar por Él; horas en las que hemos encomendado al Señor tantas necesidades de nuestros hermanos y de manera especial rogado para que el recorrido de este signo del AMOR despierte y avive la fe y que la próxima JMJ sea ocasión de que muchos jóvenes se encuentren con Cristo, único capaz de dar sentido a sus vidas.
También nuestros mayores han estado a sus anchas pudiendo acercarse tranquila y repetidas veces a besar y venerar este signo del amor de Dios.
Antes de la despedida se entregó a todos los presentes una pequeñita cruz de madera que bendijo nuestro capellán como recuerdo y también para que se las llevaran a nuestros hermanos de Picassent (centro penitenciario de Valencia) hacia donde partía la Cruz, con el mansaje de que cuenten con nuestro recuerdo en la oración y con el deseo de que en las pequeñas cruces de esta vida sea Cristo quien les conforte y fortalezca.